Por Federico Iglesias, Animador Laudato Si’, Chile.
La emergencia socioambiental y climática que afecta a la Tierra es un reflejo de la crisis espiritual que nos aqueja como humanidad. Al igual que los árboles extintos por la deforestación de la Amazonía y los mega incendios originados por causas humanas, hemos ido perdiendo nuestras raíces.
Nuestro espíritu ha ido volviéndose árido, al igual que el avance inclemente de los desiertos en diversas partes del mundo. Ante esta realidad, la cuaresma puede ser un buen tiempo para volver a oxigenarnos.
En una sociedad cada vez más industrializada, que si bien nos ha permitido lograr notables avances científicos y tecnológicos que propician una existencia más digna; ésta nos ha llevado también a automatizarnos interiormente, convirtiéndonos en depredadores de todo cuanto nos rodea. El ruido de las máquinas no nos deja escuchar en nuestro interior el llanto de la Tierra.
El desafío que nos urge como civilización, y al cual los cristianos tenemos el deber de dar una respuesta adecuada, es cómo volver a una nueva inocencia que nos permita relacionarnos de forma sana con la creación.
En este sentido, enfrentar el cambio climático para quienes siguen las enseñanzas de Jesús, y en general para todas las personas de buena voluntad, no se trata solamente en hacer todos los esfuerzos necesarios para que este planeta tenga condiciones habitables. Como afirma Laudato Si’, el desafío va más allá y consiste en una metanoia, en un cambio de “switch” en el modo en cómo nos entendemos a nosotros mismos y nuestra relación con la naturaleza.
«En esta cuaresma pidamos la gracia de que Cristo nos redima de uno de los principales pecados de nuestra época: sentirnos separados.»
Una conversión del corazón
Para esta transformación, se hace necesario abrir nuestro corazón y nuestro entendimiento a fin de dejarnos encontrar por el misterio que se esconde detrás de cada existencia. Cuando abandonamos por un momento nuestra mirada estrecha y centrada exclusivamente en nosotros mismos, y nos abrimos despegadamente a lo que acontece, nos maravillamos de reconocer que somos seres inter-existentes.
En esta cuaresma pidamos la gracia de que Cristo nos redima de uno de los principales pecados de nuestra época: sentirnos separados de todo lo diferente a nosotros mismos. Estamos íntimamente ligados unos a otros, y el Todo a uno, existiendo un orden cósmico que mantiene todo en armonía. Si permitimos que Cristo elimine la viga de nuestros ojos podremos ver que somos Vida manifestándose, y que esta misma Vida fluye a través de todas las cosas.
Como nos invita el Papa Francisco, debemos abonar la tierra de nuestro corazón para permitir que emerja la “conciencia de que cada criatura refleja algo de Dios y tiene un mensaje que enseñarnos” (LS 221). Esta invitación es una llamada a reconocer a Cristo en todas las cosas, incluso en nosotros mismos, porque “la realidad es Cristo” (Col 2, 17), y es “en Él que vivimos, nos movemos y existimos” (Hch. 17, 28).
Esta comprensión llevó a San Francisco de Asís a escribir el cántico de las criaturas, ya que solo quien se sabe no separado del resto de la creación puede tratar al sol, al viento, y a toda la tierra como hermanos y hermanas. Como también lo comprendió la santa colombiana Laura Montoya, cuando en la Amazonía no tenían una iglesia para rezar: “No tienen sagrario pero tienen naturaleza”.
«Es una oportunidad para ayunar de nuestras propias seguridades y re-generar nuestra relación con la Tierra, dejándonos cuidar amorosamente por Dios a través de ella.»
¿Cómo vivirlo en esta Cuaresma?
La cuaresma es el tiempo propicio para disponer nuestro interior a la gracia, y permitirle que convierta nuestra mente y corazón, y que así podamos reconocer el misterio que inunda toda la creación.
Una buena práctica para estos días es permanecer en silencio ante la naturaleza, cultivando la actitud del corazón de vivir todo con serena atención (LS 226). Para esto basta simplemente mirar con atención todo lo natural que se despliega a nuestro alrededor: alguna planta en nuestra casa, los árboles de camino a la oficina, alguna montaña cercana; o bien, a las personas con las que tenemos contacto día a día. Lo importante no es lo espectacular que contemplemos, sino lo “móviles interiores que impulsan, motivan, alientan y dan sentido a la acción personal” (LS 216).
Para limpiar nuestra mirada interior nos puede servir un consejo que dio Jesús: hacernos niños para poder entrar en el reino de Dios, volver a mirar la naturaleza con una mirada ingenua y novedosa, libre de todo juicio e idea preconcebida. Volver a mirar todo cómo por primera vez.
Ante un paisaje deslumbrante, nos hemos vuelto incapaces de contemplar tranquilamente, acostumbrados a sacar compulsivamente nuestro teléfono para tomar una fotografía. Para abrir nuestro corazón durante esta cuaresma, pasemos del “modo selfie” al “modo reverencial”. La invitación es dejar de centrarnos en nosotros mismos, y desarrollar una actitud atenta y agradecida, y así poder escuchar en todo a Cristo cantar.
El modo de Jesús ante la naturaleza
El modo que Jesús tiene de relacionarse con la naturaleza es revelador: muchas de sus parábolas están inspiradas en la naturaleza o la vida en el campo. Él se maravilla de la belleza de los lirios, y la vida apacible de los pájaros. Hace comparaciones con el yugo de los bueyes, las viñas, los sembradores, las semillas y el reino lo asimila a los granos de mostaza. Jesús contempló profundamente la naturaleza, y la utilizó para intentar darnos a entender la esencia de su mensaje.
Esta cuaresma, abrámonos a una nueva comprensión de la realidad a partir de la relación con la naturaleza, aprendiendo a confiar en ella. Es una oportunidad para ayunar de nuestras propias seguridades y re-generar nuestra relación con la Tierra, dejándonos cuidar amorosamente por Dios a través de ella.
Vale la pena revisar nuestro vínculo con la creación: existe una necesaria correlación entre la forma en cómo tratamos a la naturaleza, a nosotros mismos y a Dios. ¿Quieres saber cómo cuidas tu relación con Dios? Toma nota de la forma en la que cuidas a la creación. ¿Quieres verificar cómo es tu relación con la naturaleza? Revisa la forma en cómo tratas a los demás. Quien dice que está en la luz, pero aborrece a su hermano, está todavía en las tinieblas. (1 Jn, 2,4). Lo mismo podría decirse de quien no ama la creación.
💚 Cuaresma, tiempo para re-enamorarnos de la Creación y de su Creador.
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