Hermana Meg Earsley disfrutando de la creación.

Por Hermana Meg Earsley de Wisconsin, EEUU

Solía pensar en la conversión como una especie de epifanía o un único momento de gran claridad que hace que uno vea las cosas de diferente manera. A través de mis estudios religiosos franciscanos durante el último año, he llegado a entenderlo de manera diferente.

Ahora veo la conversión como un retorno gradual hacia Dios. Imagina que estás mirando en una dirección, sin saber dónde está Dios. Luego, con el tiempo, escuchas a Dios de diferentes maneras. A medida que escuchas, comienzas a acercarte más y más.

En nuestras vidas, probablemente nunca estaremos totalmente volcados hacia Dios, pero siempre estaremos dirigiéndonos, o convirtiéndonos, hacia Dios.

Esto es lo que he experimentado en mi conversión ecológica. Desde que era adolescente hasta ahora, en la mediana edad, me he acercado cada vez más a la creación. Mi conciencia ha aumentado, así como mi deseo de reducir mi impacto negativo y a crear conexiones con la creación.

Hermana Meg Earsley

He hecho lo que he podido individualmente, desde restringir al máximo mi consumo de plásticos de un solo uso, hasta dar lentas caminatas por la naturaleza y dejarme sorprender por la increíble diversidad e interconexión que nos ofrece la creación de Dios. Al parecer siempre hay algo más que puedo hacer, así que cada vez me convierto un poco más.

 

El programa de Animadores Laudato Si’ me ayudó a ampliar mi perspectiva sobre mi relación con la creación, y estoy viendo que tal vez tengo un papel más importante que desempeñar en el cuidado de la creación. Tal vez sea hora de transmitir a los demás mi amor por la creación. Quizás necesito compartir activamente mi proceso de descubrimiento, alegría y gratitud con aquellos que estén interesados.

 

Y así continúo volviéndome hacia la creación, y a su vez, hacia el Creador. Después de todo, ¿cómo puede Dios, que otorgó al universo tal riqueza, diversidad e interdependencia, estar en cualquier lugar excepto en la creación?